18 octubre 2010

Viajando en la incubadora.

Acabo de llegar de Pigüé. Ir fue maravilloso: 4 personas viajando (porque fuí un jueves) temperatura correcta y como compré el pasaje en Capital, conseguí asiento individual. Para volver, la odisea de siempre. La temperatura superaba los 35 grados (No exagero) entre la calefacción y al calor que emanamos los pasajeros, que eleva la temperatura, no podía permitirme el lujo de alejarme de la ventanilla. Viajé con la cara aplastada contra el vidrio mojado porque si no iba a llegar muerta, o cocinada. Hubiera deseado que adelante mío se sentara una persona, pero no. Se sentó un sorete. Sorete tenía el asiento roto entonces pudo reclinarlo a 180º. Cuando subí, levantó el asiento para que pudiera poner mi mochila, lo volvió a bajar y jamás respondió a mis súplicas para que lo levantara, al menos lo suficiente para que me entren las piernas y queden móviles. Soreteeeeeeeeee!!!! Mis rodillas!!! Le vine mirando la cabeza todo el viaje. No me dejaba mover las piernas (que venían aplastadas bajo su asiento) así que de tanto en tantito me hacía la dormida y le cagaba a patadas el respaldo. Cero respuesta. Cuando le saqué la foto (con flash y todo) ni se inmutó! Sorete, además de desubicado, era un hijo de puta. Vino las ocho horas que dura el viaje, durmiendo cuál en su cama y se vé que tiene el sueño pesado porque todas las patadas que le tiré no suretieron ningún efecto. Al menos me queda la esperanza de que le duela la espalda todo el día.
Click a la foto para agrandar.

1 comentario:

Julia... dijo...

A mí tampoco me tocan personas adelante mío. Me toca siempre algún hijo de puta que ronca toda la noche. Es como estar sentada atrás de Darth Vader... roncando. Para colmo hace un mes que estoy sin iPod y caigo en la desesperación de cagarle el asiento a patadas. Pero nada. La gente que ronca así en público debería ser aniquilada.