25 mayo 2013

Sin poder rodar...

Saqué a pasear a la perra. Hacia mi viene un muchacho en silla de ruedas. De las manuales, tracción a sangre.  El hombre, no sólo tenía atrofiadas las piernas, sino que los brazos se le habían ensortijado formando un rulo en la muñeca que al estirarse para empujar la rueda, le dibujaba una mueca de dolor.
Le ofrecí ayuda, Olivia (la perra)  y "se paseó sola" como dicen las viejas que la ven pasar con llevando la correa en la  boca.
Mientras llevaba la silla, me di cuenta de lo complicado que debe ser no poder rodar tranquilamente. Incluso las rampas especiales son difíciles de subir, y llevando la silla, uno nota que hay cuadras que tienen rampa en una esquina, pero al llegar a la otra hay que buscar una entrada de garage lo suficientemente cómoda como para sortearla cuando las piernas no son una opción.
Podrá pensarse que debería haberme dado cuenta antes, o que hasta que me toca en persona no lo tengo en cuenta. La verdad es que si bien tenía una idea de que no era sencillo, no tenía ni la más remota aproximación a la escala real del problema.
Al pasar por un bar con mesitas en la vereda, uno nota que en realidad no es un lugar óptimo para poner las mesitas, o que podrían hacerse cambios mínimos de disposición  como para dejar el espacio necesario para una silla de ruedas. La gente, muy amablemente, movió sus sillas unos pocos centímetros, regalando una mirada nublada de lástima al tipo que no estaban, realmente, dejando pasar.
Al llegar a una esquina sin semáforo, tuvimos que dejar pasar varios autos antes de poder cruzar.
-¿Se complica, no?
- Esto... Ésto no es nada. Imaginate tener que esperar un colectivo con rampa. La gente cree que se da cuenta, pero no se da cuenta de nada.
Tenía razón. Lo acompañé por las cinco cuadras más largas que transité en mi vida. No encuentro la manera de describir la impotencia que se siente con el estado de las veredas y las rampas, ahí yo no puedo hacer nada. Pero si alguien alguna vez cree que se está corriendo lo suficiente para dejar paso, por las dudas córrase un poco más. Y un poco más también. Si tiene que llegar dos minutos más tarde por frenar con el auto y dejar cruzar a alguien con muletas, silla de ruedas, o lo que fuera que le dificultase moverse, piérdase esos dos minutos. Estará ahorrándole a alguien muchísimo más tiempo del que pueda creer.