29 mayo 2011

El culebrón.

Las novelas de la hora de la siesta, las que odiaba pero había que ver para poder ver los dibujitos que venían después, me enseñaron que la única manera de salir de la pobreza era ser linda. Muy linda. Y boba. La protagonista siempre era así: Linda y boba. A más penurias, más buena era. No importaba si la mamá la había abandonado antes de parirla, el papá la molía a palos y la hermana era una puta rutera que le robaba cada mango que ella ganaba limpiando inodoros en la casa de los ricos. Ella siempre estaba con una sonrisa en los labios, lista para ayudar, preparada para asumir la culpa de cosas que no había hecho. Y eso se recompensaba con creces cuando el hijo de los patrones se enamoraba perdidamente de ella. Pero claro, siempre estaba la ricachona malévola, que tenía las mismas razones para ser mala, que las que tenía la protagonista para ser un pan de dios: Absolutamente ninguna.
La  historia se volvía intrincada y a veces resultaba que la pobretona en realidad era hija de uno más rico que sus patrones todavía, y otras veces sólo debía luchar con la mala, arreglándoselas para,  sin hacer absolutamente nada malo, combatir la serie de guachadas innombrables que le hacía la otra. Y así pasaba el tiempo anterior a la hora de He-Man... entre cachetadas impresionantes y desmayos coreografiados.
La cagada es que para que la historia de las novelas funcione, tenés que vivir en una novela. Yo no era ni tan pobre ni tan linda como para ser la protagonista de la novela. Ni tan mala ni tan rica como para ser la antagonista. Así que me salí de la novela y vivo más como en una sitcom, que como en una novela. Pero me había prometido algo: El día que me desmaye, va a ser hollywoodense. El día que me desmaye voy a estar vestida de largo, con una estola de plumas, al pie de una escalera de mámol anchísima, con relieves en las barandas y una bifurcación en el descanso. Me voy a desplomar lentamente hacia los brazos de mi galán en un leve suspiro y él va a sostenerme delicadamente mientras recupero el conocimiento.
Pués ayer me desmayé por primera vez en mi vida. Y fue la última vez que la novelas me decepcionaron. Me desmayé en una cola interminable de gente, en el Hoyts del Abasto, al que le sacaron los pasillos para salir por los costados, así que ahora hay más gente, hace más calor y es menos glamoroso todavía (si es que el Abasto alguna vez fue glamoroso) Traté de llegar al baño que está al lado de las cajas pero estaba cerrado. Volví, esquivando gente, al lado del Toto. Y en lugar de desmayarme como una diva, me agaché y ahí quedé.   De rodillas, con la cabeza entre las piernas, sin conocimiento. Cuando reaccioné, una rueda  de gente me miraba y Toto me preguntaba si estaba bien como para pararme. Me sacó de la fila y una vez afuera me dijo "¿Estás bien? ¡Te desmayaste!" Estaba bien. Supongo que fue un bajonazo de presión por el calor y el amontonamiento de humanos...
Pero qué decepción de desmayo... La puta madre.

2 comentarios:

Noest dijo...

Es de terror el Hoyts del Abasto los Sabados..
Nunca me desmaye y siempre quise saber que se siente? :O

Sasa dijo...

Se siente NADA... o sea un segundo estas... y el otro estas sentada o arrodillada en ese caso... Como mucho sentis presion baja antes... pero en el momento del desmayo nada... es como si no pasara...
Desmayarse en Si no es horrible... lo horrible es despertarse y no saber como se llego a donde se llego...