Cuando ves las fotos de la Navidad de los vecinos con plata, notás que el gordo se puso las mejores galas para ir a la casa bonita. Está muerto de calor pero se puso un traje grueso, la barba le brilla como si acabara de hacerse un baño de crema facial y la bolsa es roja, gigante y DE TELA!
Sinceramente, y a la distancia, hubiera preferido que nunca llamaran a ese viejo barrigón que incluso después de llevar años viniendo para la misma fecha no es capaz ni de recordar que es verano y vestirse de acuerdo a la temporada para traer los regalos. Que se ahorre el viaje y nos deje ver que los viejos nuestros son capaces de hacer un esfuerzo para comprarnos un lindo regalito, que aunque no sea lo que estábamos esperando está re bueno igual. Y así tendría más sentido que el regalo que deja en la casa de la tía soltera y profesional sea siempre más grande que el que deja en la casa de la abuela viuda y jubilada. Por ahí aprenderíamos desde más chiquitos que no hay que querer más de lo que se puede tener y que si de repente la Navidad te sorprende con un regalo como ni te lo imaginabas, no es porque hiciste todo bien, te portaste bien y fuiste un groso de comportamiento en el jardín, sino porque tus padres te quieren más que a lo que ganan y sacrificaron algo por hacerte felíz a vos.
Mientras tanto, podemos dejar que el viejo vestido de rojo que sólo trabaja una vez al año y hace diferencias sociales y económicas, se quede cagándose de frío en el Polo Norte, en lugar de venir a irrumpir en nuestras fiestas familiares apestando a olor a chivo porque no fue capaz ni de adaptarse a nuestro clima.
Ya disfrazan a los chiquitos en el jardín para noche de brujas... pronto vamos a estar rellenando pavos para festejar el día de acción de gracias... Y sin saber a quién le damos gracias ni por qué, pero si los del norte lo hacen, debe ser muy top.
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